Dias de Hospital
Cuantas emociones
encontradas en estos días…
De repente me
encuentro en una sala de internación del hospital Pirovano (Traumatologia 11)
compartiendo noches con abuelas muy viejitas, muchas con falta de conocimiento, diciendo
incoherencias todo el tiempo. Enfermeras con alma de vocación luchando con las
peripecias de cada paciente y con el limite de su paciencia misma, corriendo los pasillos interminables, contestando
lo no dicho, esperando respuestas que nunca llegan…
Aquí soy el N° 133..
Cuan extraño es el
mundo en este estado de internación, desde el momento mismo de tomar contacto
con la cama, acostarse y taparse con esas sabanas blancas con olor a lavandina.
Significa entrar en otro tiempo distinto al de allá afuera. Otro tiempo que hay
que dejar pasar, que hay que vivir. Es otro tiempo y espacio circundado por
tanta invalidez, inmovilidad, lentitud, olor a viejo, rancio, orina mezclados
con yodo y alcohol en un aire que se mueve lento….muy lento….Olores y voces de
locura, voces inciertas que parecen penetrar en el alma de uno. Entonces uno
tiene la extraña sensación de que ese tiempo y espacio serán eternos. Que la
enfermedad que visita circunstancialmente ya no es tan circunstancial.
El aire que circula
visitando cada ser allí va mezclando las emociones y sensaciones como si estas
mismas pudieran contagiarse….inmediatamente crece la desconfianza, crece el
miedo, miedo a que ocurran toda clase de cosas que en otro tiempo y espacio
parecerían insólitas…Ese aire denso y lento, también trae inmovilidad e
invalidez casi absolutas…
Con el paso de las
horas llega la noche, las luces se van apagando de a poco, así como las quejas
y murmullos. También se apagan las caminatas de pasillo y las conversaciones
ocasionales. Las enfermeras Cristina y María Rosa pasan rápidamente a cambiar los
últimos pañales del día, contestando las últimas preguntas inciertas y
repetidas. Hasta que llega finalmente la noche, cayendo desplomada y sin aviso…
“Todos
los días aprendemos algo aquí, hasta el día de nuestra muerte o hasta el día en
que Él nos venga a buscar” (Enfermera Cristina)
En este pabellón, en el cuadrilátero donde me
encuentro, me acompañan las Tres Marías…
María Martínez
(Casi 90 años….50 y pico según ella)
Esos ojos claros,
perdidos en otras historias, otros tiempos. Que miran profundos, compasivos,
desesperados, demandantes, suplicantes…
Preguntando una y
otra vez lo mismo, conociendo y al rato desconociendo. Pidiendo, acusando y
agradeciendo con el alma después.
-“Usted vive acá señora?”
-“No tiene ustedes
madre acaso?”
-“Que ha hecho uno
para estar así Dios?”
Quien
sabe cuántas innumerables memorias estén sometiéndola en estos momentos…
Llega la segunda
noche. Esta vez mas estruendosa e igual de sorpresiva. Las sombras sobrevuelan
el lugar cubriéndolo todo, metiendo pavor con gritos característicos.
Desperdigando miedos y desconfianzas. Despertando dolencias y quejas que habían
logrado calmarse un rato antes.
Sentimientos
ambivalentes, los sentidos se agudizan y se ponen en alerta máxima ante
cualquier peligro que pueda acontecer. Parece que la noche será larga y por
suerte todavía estoy bien despierta. Con pilas para transitar esta, mi ultima
noche….creo…
A estas horas ya no
se escuchan los “permiso, perdón y gracias” …
Todo es rápido y
directo. De a ratos cobran vida ciertas voces con chistes picantes, seguidos de
oleadas de carcajadas contagiosas, quizás trayendo algo de calor en la fría
noche.
Se apagan las últimas
luces, todo queda en penumbras, solo queda el rezago de una luz de baño hacia
el final del pasillo.
Soledad absoluta, el
aire vuela incierto. Las enfermeras terminan su turno de cambiar pañales y al
rato desaparecen transportadas por las sombras oscuras como por arte de magia.
El sueño va tocando
cada cama, cada cuerpo, ya solo se escuchan las respiraciones cada vez mas
profundas, ahogadas. Algún quejido rompe el silencio. Primero como susurro,
casi imperceptible, y va creciendo hasta resonar en todo el pabellón y ser
atendido por alguien. Alguien que no es enfermero, que se digna a levantarse y atender
ese llamado que ya es casi desesperado….los pañales no resistieron los fluidos
naturales del cuerpo y todo esta inundado en aquella cama, en aquella alma…
En un abrir y cerrar
de ojos llega la mañana, la gloriosa mañana. Todo va cobrando vida con los
primeros rayos de sol que asoman por el ventanal .
Ya
puedo escuchar las primeras preguntas repetidas de María Martínez, ya querida
compañera, las mismas preguntas repetidas que el día anterior molestaban ahora
son recibidas con alegría….sus primeros signos vitales en esa gloriosa mañana... Continuara...
Muy bueno na! no lo habia leído antes! sentí cada una de las sensaciones descriptas,me sumergí en el pabellón!
ResponderEliminarme quedo con ganas de la continuación!
Gracias Leli!! Fue vivido asi...tal cual. Estoy elaborando la segunda parte y en breve la subo. Abrazos gigantes y gracias por leerme!!
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